Presentación del Manifiesto desde la América pobre al resto occidental como no occidental/ Participación del ELN.
“Las palabras lograrán la paz que no pueden generar las
armas, en tanto y en cuanto pobreza y democracia sean conceptos excluyentes”.
Tras la participación (vídeo en link abajo) del Ejército de
Liberación Nacional de Colombia (ELN) en el III Simposio de Filosofía Política
de Corrientes, se proponen la siguientes conclusiones para que a partir de la
erradicación del uso de las armas, se erradique el perverso y nocivo maridaje
entre pobreza y democracia.
Nos es grato proponer, como integrantes de la América pobre,
a que seamos parte, mediante la redacción, participativa y popular de un
manifiesto integrador y democrático, o conjunto de principios políticos y
rectores que deseamos que sean los ejes conducentes de la actualidad como del
mañana. Estas jornadas, que se llevaron a cabo en este III simposio de
filosofía y política del que no se dio difusión por temor a que los
participantes no puedan expresarse con la libertad necesaria para expresar sus
más profundas convicciones , tiene por objeto el que desde todas las partes del
mundo, las que corresponden a Latinoamérica, se envíen, manifiestos como
documentos, trabajados comunalmente, para ser consensuados en un próximo
encuentro y crear las condiciones de que tengamos un manifiesto desde todas las
aldeas que se precien de democráticas.
Manifiesto desde el corazón de la tierra sin mal
El presente documento se constituye en las bases y principios,
en las síntesis fundantes o fundacionales, de la “escuela guaraní de
pensamiento en la acción” que surca la presente era post-atómica, mediante el
desandar reflexivo de un conjunto de seres humanos que en consonancia con estas
prioridades, podrán haber dado fe, y testimonio de un transitar en el mundo,
pretendiendo rescatar la humanidad del ser, que farragosamente, amenaza con
perderse del todo en los laberintos, de espejos reflejados, creados por el
pensamiento maquinal, de una razón instrumental, que ya corto su arraigo, lo
que la tenía sujeta (el filosofar acerca de lo público, la reflexión serena de
lo colectivo) a quien fuera su creador; el hombre en sentido universal.
Hubiésemos preferido, escribir un extensivo y profuso
análisis de lo que está sucediendo, de la gravedad en la que nos encontramos y
de lo decisorio con respecto a los, tiempos, ya escasos, que se avecinan, sin
embargo, por esta misma razón y dando por sentado que como sujetos, venimos
entregando razones fundamentales, que nos llevan de a poco, a dejar de ser
tales, para convertirnos en meras marionetas, de nuestros “descartes”, de los
aspectos más sombríos del costado humano que han estado allí, para recordarnos
lo bestia que podemos ser, quitándonos la reflexividad, y que de un tiempo a
esta parte, como ya se nos alertara, hemos puesto en funcionamiento la
siniestra maquinaria, que no se detendrá hasta que seamos un subproducto de
ella misma, que sólo tenga sentido en cuanto consuma lo in-consumible y
combustione lo in-combustionable, tenemos que verter los siguientes, siete
preceptos, con lo poco que nos queda, clamando por tener cierta
correspondencia, del otro lado de estas líneas, para que puedan predisponerse a
la lectura, y a lo que esta estipula e impele; el pensar, serenamente, en forma reflexiva desde la condición pública
o colectiva del ser humano.
Definimos al sujeto histórico de nuestros tiempos al pobre,
al marginal, al habitante de las indignidades materiales como políticas, que
sentencian y condenan a millones de seres humanos en el mundo, a que deambulen
intentando sobrevivir, bajo la mirada cómplice,
por acción u omisión, cuando no perversa, de millones de otros que
declaman preceptos y principios,
libertarios y democráticos, que siempre anteponen un pero o una excusa, antes
de entronizar esta máxima o principio: ningún sistema político, de gobierno o
ideológico, llamare como se llamase, tendría que evitar, por la razón que
fuese, tener como prioridad que en el menor tiempo posible, la mayor cantidad
de gente, salga de su condición de pobre.
Compensación antes que igualdad. Durante siglos hemos creído
que teníamos que ser iguales. Mucho tiempo, como tanto otro, nos llevó a
comprender no sólo que esto es imposible, sino que además es inconveniente. El
otro que nos funda, que nos constituye, es en cuanto a su diferencia. Respetar
la diversidad de lo que no hemos sido y de lo que el otro es, no sólo exige y
requiere este esfuerzo, sino que además, nos pide, nos clama por entendimiento
y comprensión. El sentido de justicia, de brindar cada uno lo suyo, subyace en
este precepto, que variara en lo adyacente, en lo que tenga cercano. Desde la
órbita pública, en los sistemas de elección política, en las instancias
electorales, el voto del pobre, no podrá ser de la misma magnitud que del voto
del no pobre. Para tal caso, hemos desarrollado “El voto compensatorio” al que
explicitamos como paradigma del valor, la importancia y la prioridad que
debiera tener la compensación por sobre la igualdad.
Desarraigo territorial. Estamos dejando de ser sujetos. Nos
estamos desentendiendo de nuestros orígenes más fundamentales. No sólo que
podemos, ser concebidos o creados en pipetas de laboratorio o en partículas
elementales de un procesador, sino que las fuerzas más cotidianas y dinámicas
de nuestra actualidad, trabajan en consonancia con esta disolución del concepto
territorial con el que nos habíamos venido manejando desde hace siglos. No sólo
los estados-nación, han dejado de ser nociones prioritariamente territoriales,
también el dinero y el intercambio. Lo que hasta hace poco se llamaba
descentralización, pasa a ser lo difuso o difuminado. Necesitamos tener en
claro que lo indiscernible es el poder, y que esta energía, sí bien estuvo
encapsulada o encorsetada en engranajes, a la vista y operacionales, cada vez
se difumina más, cada vez ventea con mayor solemnidad en su valiosa
característica de incierta. No debemos temer, así como esto nos ha servido,
como para ir comprendiendo que al “poder” no se lo puede tomar (esta la razón de
la merma de gobiernos de facto y de totalitarismos expresos) debemos dar el
segundo paso, mediante el pensar reflexivo, como para comprender la naturaleza
indómita, más no así incomprensible (de esto se trata de comprender) de la
intensidad de la energía de lo humano cuando se interconecta en lo público o
colectivo.
Ruptura de la noción clásica del tiempo. Sorteadas las
trampas que nos hubimos de imponer, bajo el “aceleracionismo” y demás
vertientes tendientes a exacerbar el goce que nos produce el vértigo, apelamos
a la serenidad, nuevamente, para interceder, ante la disputa y la tensión entre
vida y muerte, en que creemos estar limitados en la tierra. Resolver, esta
angustia que nos produce el no aceptar que no existe tiempo, que nada ha
transcurrido de hoy a ayer o viceversa, nos conducirá a una exploración con
mayor posibilidad de traducción en los campos del placer. Ninguna de las
relaciones fundamentales en las que constituimos nuestra sociedad, tienen que
ver con nuestra posibilidad de elección (familia por ejemplo, lo laboral
precisamente puede que sí como que no y en esta dicotomía esta su valor,
amistades no, pero por algo elegimos sólo en relación al divertimento, a lo que
nos permitimos) no necesitamos números para que esto se nos haga taxativamente
claro. No necesitamos números, o al menos tantos, para el imposible de tratar
de manejar el tiempo (que nunca es) o administrarlo bajo nuestros criterios.
Debemos cambiar la velocidad, la tierra que habitamos, peligra en su “habitalidad” o “sustentabilidad”, es el
tiempo de que mediante el pensar reflexivo, sintonicemos el reloj del sol, de
la luna, de las aguas, de los vientos, sí es que queremos seguir bajo el mismo
y conocido cielo.
Vinculación entre sentido y deseo. Esperar no está
relacionado con el tiempo, como irreflexivamente se puede creer. Esperar tiene que ver con que ocurra algo que
a cada quién le descubra su sentido humano. Tampoco es una relación ni vertical
u horizontal. Esta codificada, inscripta en una geografía, como el inconsciente
estructurado como lenguaje. Lo que sí nos compete a todos, es el transitar este
sendero que nos indague, fuerte como íntimamente, para que demos cuenta,
primero a nosotros mismos, para luego a los demás, en relación a qué es lo que
estamos esperando (como lo deseado) y sí tal espera, en esa interdicción, vale
el sentido, lo cambiamos, lo modificamos y como nos terminamos de reconstituir
en sujetos humanos dentro de una comunidad dada. Bajo esta ejercitación
encontraremos, cuando lo colectivo se debe priorizar por sobre lo individual.
En definitiva cuando lo público no absolutiza lo privado, o lo íntimo y cuando
la libertad está en riesgo o se pretende usarla para cárcel, puñal o látigo,
por un deseo enfermizo de manipulación (o de obtención de goce, desplazando con
ello lo placentero) que no ha sido debidamente trabajado.
Campo de acción. Pensar reflexivo, que para otros puede ser
filosofía, amor a la sabiduría o como nominalmente se quiera llamar. Hacemos
referencia al instrumento, al detener la inercia que nos está llevando, ya
sabemos dónde, para re-encontranos con lo humano de nuestra condición. Sacarnos
los motes genéricos que nos puedan dividir por clases o números (sí amerita
estas luchas, contamos con la compensación como eje rector para no caer en la
trampa de lo igual como lo imposible) y ceder en lo mínimo como en lo
indispensable. Este manifiesto lleva el lugar de la territorialidad de los que
lo proponemos, para estar sujetos a un origen, que si bien no ha sido elegido,
radicalmente es, nos constituye, y por ende de alguna manera nos determina, nos
delimita. Bajo esta demarcación actuamos. Desde aquí surge la invitación, para
que en todas las aldeas, este manifiesto, esta escuela de misión o misionera de
pensamiento, tenga sus objeciones, sus
correspondencias, sus señalamientos, sus caracterizaciones, tenga en definitiva,
el único producto de lo humano, que es tal; el pensamiento. Todo lo que se
genere después, será un mero sucedáneo y como tal secundario. Dependerá de
quiénes lo lean y por sobre todo lo que hagan con estas líneas, como, cuando y
porque las repliquen en la medida que consideren en el ejercicio voluntario del
pensar reflexivo al cuál apelamos, bajo nuestra condición de hermanos.
“Somos plantas que
deben salir con las raíces de la tierra para poder florecer en el éter y dar
fruto” expresaba el poeta Hebel. De nuestro hogar, de la tierra que nos germinó
(de la que previamente hemos sido arrojados) toda una civilización
preexistente, llegó a estos confines en busca (de lugares lejanos) de una
cosmovisión que dieron en llamar: “La tierra sin mal”. Ellos decían que hacia
allí vamos, pero que para comprender tal circunstancia, se debería, eso lo
intentaron, tener una réplica de aquello, aquí en nuestros lugares, en el aquí
y en el ahora. Sus tesoros más preciados, lo inscribieron en su habitar poético,
de danzas y poesías, que más luego, y siempre más luego, se correspondían con
una organización social y política, de la que no la escribieron, bajo nuestros
términos, para que la descubramos, para que tengamos esa experiencia de lo
humano, que nos espera, que es nuestra posibilidad, como nuestro derecho, o
mejor dicho una obligación con lo que somos, en el espíritu irreductible de lo
pensado, serena como reflexivamente, en el hogar de todos, sin exclusiones, ni
apremiantes tiempos, en donde en el caso de que lo deseemos, cobrara el máximo
de los sentidos el que unos a otros nos digamos; bienvenido.
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